Joacaz de Judá (609) (2 Re 23,30-34)
361La gente tomó a Joacaz, hijo de Josías, y lo nombraron rey sucesor en Jerusalén. 2Cuando Joacaz subió al trono tenía veintitrés años y reinó tres meses en Jerusalén. 3El rey de Egipto lo destronó, impuso al país un tributo de cien pesos de plata y un peso de oro, 4y nombró rey de Judá y Jerusalén a su hermano Eliacín, cambiándole el nombre por el de Joaquín. A su hermano Joacaz se lo llevó Necó a Egipto.
Joaquín de Judá (609-598) (2 Re 23,36-37)
5Cuando Joaquín subió al trono tenía veinticinco años y reinó en Jerusalén once años. Hizo lo que el Señor, su Dios, reprueba. 6Nabucodonosor de Babilonia subió contra él y lo condujo a Babilonia atado con cadenas de bronce. 7También se llevó algunos objetos del templo y los colocó en su palacio de Babilonia.
8Para más datos sobre Joaquín, las iniquidades que cometió y todo lo que ha sucedido, véase el libro de los reyes de Israel y Judá. Su hijo Jeconías le sucedió en el trono.
Jeconías de Judá (598-597) (2Re 24,8-9)
9Cuando Jeconías subió al trono tenía ocho años y reinó en Jerusalén tres meses y diez días. Hizo lo que el Señor reprueba. 10A principios del año, el rey Nabucodonosor envió a por él y lo llevaron a Babilonia, junto con los objetos de valor del templo. Nombró rey de Judá y Jerusalén a su hermano Sedecías.
Sedecías de Judá (597-587) (2 Re 24,18-20)
11Cuando Sedecías subió al trono tenía veintiún años y reinó en Jerusalén once años. 12Hizo lo que el Señor, su Dios, reprueba; no se humilló ante el profeta Jeremías, que le hablaba en nombre de Dios. 13Además, se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había tomado juramento solemne de fidelidad. Se puso terco y se negó por completo a convertirse al Señor, Dios de Israel. 14También las autoridades de Judá, los sacerdotes y el pueblo obraron inicuamente, imitando las abominaciones de los paganos y profanando el templo que el Señor había consagrado en Jerusalén.
15El Señor, Dios de sus padres, les enviaba continuamente mensajeros, porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; 16pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se mofaban de los profetas, hasta que la ira del Señor se encendió sin remedio contra su pueblo. 17Entonces envió contra ellos al rey de los caldeos, que mató en su santuario a sus hijos; a todos los entregó en sus manos, sin perdonar joven, muchacha, anciano o canoso. 18Y se llevó a Babilonia todos los objetos del templo, grandes y pequeños, los tesoros del templo, los del rey y los de los magnates. 19Incendiaron el templo, derribaron la muralla de Jerusalén, pasaron a fuego todos sus palacios y destrozaron todos los objetos de valor. 20Se llevó desterrados a Babilonia a los supervivientes de la matanza y fueron esclavos suyos y de sus descendientes hasta el triunfo del reino persa. 21Así se cumplió lo que anunció el Señor por Jeremías, y la tierra disfrutó de su descanso sabático todo el tiempo que estuvo desolada, hasta cumplirse setenta años.
22El año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo que había anunciado por medio de Jeremías, movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: 23<<Ciro, rey de Persia, decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Todos los de ese pueblo que viven entre nosotros pueden volver. Y que el Señor, su Dios, esté con ellos>>.
Explicación.
36 Parece que el Cronista tiene prisa por terminar esta etapa y no quiere repetir con detalles los últimos pasos de la catástrofe. Selecciona y resume datos de 2 Re y del libro de Jeremías. En compensación amplifica la interpretación religiosa de los sucesos, como había hecho el libro de los Reyes a la caída de Samaría (2 Re 17).
36,6-7 Parece tratarse de la campaña de Nabucodonosor antes de ocupar el trono. Joaquín no fue conducido a Babilonia; el Cronista le depara la misma suerte que a Manasés y a Jeconías.
36,9 El original dice dieciocho años y tiene razón; puede tratarse de un error textual.
36,10 Se trata de la primera deportación, en la que el rey, rindiéndose, logra salvar un residuo de autonomía. Sedecías era tío de Jeconías.
36,14 Abominaciones: véanse Dt 18,9-12; 20,18; 2 Re 21,2, y también la enumeración de 2 Re 17.
36,15 Es decir, profetas. El tema recurre en Jeremías, el profeta que cierra una era, y reaparece en Zac 1, hacia el comienzo de la era siguiente.
36,20-21 En dos versos resume la etapa del destierro, una etapa de setenta años (en números redondos). Para la tierra es un descanso "sabático" forzado: Lv 26,2 enuncia la ley del barbecho septenal de las tierras, mientras que Lv 26,34-35 recoge entre las maldiciones este barbecho forzado de compensación "descanso de sábado que vosotros no disteis mientras la habitabais". Para los supervivientes de la matanza una etapa de esclavitud en tierra extranjera, repitiendo la experiencia de Egipto: véanse Dt 28,48.68 (serie de maldiciones).
Se trata de una evidente simplificación teológica. Los hechos históricos fueron más complejos y diferenciados. La tierra se siguió cultivando no sólo el primer año, durante la prefectura de Godolías (Jr 40,12), sino en los años sucesivos; pues la deportación no fue total. En cuanto a la deportación, si para muchos significó la cárcel o trabajos forzados, otros se fueron estableciendo con cierta independencia y aun prosperidad económica; Isaías II es testigo de lo primero, Ezequiel de lo segundo. Con todo, se puede hablar de un barbecho forzado en comparación con el cultivo bien organizado de antes, y de una esclavitud consistente en el vasallaje total.
En estos años se desarrolla la segunda actividad profética de Ezequiel, dominada por los magníficos oráculos de restauración; incluyendo los trabajos de sus discípulos, incorporados en el actual libro de Ezequiel. Más adelante surge la predicación entusiasta del "evangelista" anónimo (Is 40-55) que llamamos Isaías II: uno de los mayores poetas y teólogos de la literatura hebrea, que supo encender y alimentar la esperanza de los exiliados. No quedó en barbecho el pueblo judío en el destierro, antes realizó progresos definitivos.
La población en general siguió los consejos de Jeremías (Jr 29), garantizando la continuidad. Algunos mantuvieron un espíritu de resistencia pasiva, juramentados en su fidelidad a la patria (Sal 137); otros se resignaron con su suerte, como si la experiencia histórica con el Señor hubiera terminado (como testimonia el profeta del destierro), otros supieron instalarse y mantener una fidelidad al Señor y a su pueblo sin intención de volver a la patria.
En el escenario internacional se incubaban cambios importantes, que el clarividente Isaías II supo captar e interpretar.
36,22-23 Cuando separaron los libros de Esdras de las Crónicas, o cuando colocaron las Crónicas al final de la Biblia hebrea, repitieron aquí el comienzo de Esdras. Así se marca la unión, y la cadencia final de este libro es de esperanza, análogamente a lo que sucede al final de 2 Re.