miércoles, 25 de marzo de 2020

2 CRÓNICAS. CAPÍTULO XXIV

 Joás de Judá (835-796) ( 2 Re 12,1-3)

241Joás tenía siete años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre se llamaba Sebiá y era natural de Berseba. 2Mientras vivió el sacerdote Yehoyadá hizo lo que el Señor aprueba. 3Yehoyadá le procuró dos mujeres y engendró hijos e hijas. 4Más tarde, Joás sintió deseos de restaurar el templo. 5Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo:

-Id por las ciudades de Judá recogiendo dinero de todo Israel para reparar todos los años el templo de vuestro Dios. Daos prisa.

6Pero los levitas se lo tomaron con calma. Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Yehoyadá y le dijo:

-¿Por qué no te has preocupado de que los levitas cobren en Judá y Jerusalén el tributo impuesto por Moisés, siervo del Señor, y por la comunidad de Israel para la tienda de la alianza? 7¿No te das cuenta de que la malvada Atalía y sus secuaces destrozaron el templo y dedicaron a los baales todos los objetos sagrados del mismo?

8Entonces, por orden del rey, hicieron una hucha y la colocaron en la puerta del templo, por fuera. 9Luego pregonaron por Judá y Jerusalén que había que ofrecer al Señor el tributo que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto. 10Las autoridades y la población lo hicieron de buena gana y echaron dinero hasta que se llenó la hucha. 11Cada vez que los levitas llevaban la hucha a la inspección real y veían que había mucho dinero, se presentaban un secretario del rey y un inspector del sumo sacerdote, vaciaban la hucha y volvían a colocarla en su sitio. Así hicieron periódicamente, reuniendo una gran suma de dinero.

12El rey y Yehoyadá lo entregaban a los capataces de la obra del templo, y éstos pagaban a los canteros y carpinteros que restauraban el templo y a los herreros y broncistas que lo reparaban. 13Los obreros hicieron su tarea; bajo sus manos fue resurgiendo la estructura, hasta que levantaron sólidamente el templo según los planos. 14Al terminar, devolvieron  al rey y a Yehoyadá el dinero sobrante, con el que hicieron objetos para el templo, utensilios para el culto y para los holocaustos, copas y objetos de oro y plata. Mientras vivió Yehoyadá ofrecieron los holocaustos regulares en el templo. 15Este llegó a viejo y murió en edad avanzada, a los ciento treinta años. 16Lo enterraron con los reyes en la Ciudad de David, porque fue bueno con Israel, con Dios y con su templo.

17Cuando murió Yehoyadá, las autoridades de Judá fueron a rendir homenaje al rey, y éste siguió sus consejos; 18olvidando el templo del Señor, Dios de sus padres, dieron culto a las estelas y a los ídolos. Este pecado desencadenó la cólera de Dios contra Judá y Jerusalén. 19Les envió profetas para convertirlos, pero no hicieron caso de sus amonestaciones. 20Entonces el Espíritu de Dios se apoderó de Azarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, que se presentó al pueblo, y le dijo:

-Así dice Dios: ¿Por qué quebrantáis los preceptos del Señor? Vais a la ruina. Habéis abandonado al Señor y él os abandona.

21Pero conspiraron contra él y lo lapidaron en el atrio del templo por orden del rey. 22El rey Joás, sin tener en cuenta los beneficios recibidos por Yehoyadá, mató a su hijo, que murió diciendo:

-¡Que el Señor juzgue y sentencie!

23Al cabo de un año, un ejército de Siria se dirigió contra Joás, penetró en Judá hasta Jerusalén, mató a todos los jefes del pueblo y envió todo el botín al rey de Damasco. 24El ejército de Siria era reducido, pero el Señor la entregó un ejército enorme porque el pueblo había abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así se vengaron de Joás. 25Al retirarse los sirios, dejándolo gravemente herido, sus cortesanos conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Yehoyadá. Lo asesinaron en la cama y murió. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no le dieron sepultura en el panteón real. 26Los conspiradores fueron: Zabad, hijo de SImat, la amonita, y Yehozabad, hijo de Simrit, la moabita.

27Para lo referente a sus hijos, a las numerosas profecías contra él y a la restauración del templo, véase el Comentario a los Anales de los Reyes. Su hijo Amasías le sucedió en el trono.

Explicación.

24 Según la tradición, 2 Re 12, Joás "hizo siempre lo que el Señor aprueba", se señaló en sus cuidados por el templo; al final de su vida tuvo que comprar la paz con un fuerte tributo y murió asesinado en una conspiración.

En la teoría de la retribución del Cronista el final contradice el comienzo; así pues, arregla la contradicción dividiendo la vida del rey en dos etapas, como ha hecho con otros. Y para mayor claridad, coloca como raya de división la muerte del sumo sacerdote que lo había ungido rey.

En la primera etapa el rey era un ejemplar cumplidor de la Ley de Moisés, gracias a los consejos de su pontífice; en la segunda etapa se vuelve idólatra y homicida, siguiendo los consejos de la nobleza.

24,3 Para asegurar la continuidad de la dinastía. Sólo dos, siguiendo quizá el consejo de Dt 17,17.

24,6 La negligencia de los levitas (extraña en el Cronista) contrasta con la diligencia del rey. La cosa se arregla con una reprensión, sin llegar a las medidas rigurosas de que habla fuente narrativa. El p apel de los levitas es adición del Cronista. También es cosa suya el insistir en la Ley de Moisés: Ex 30 y 38, Neh 10,33-34, solamente aludida en 2 Re 12,5.

24,7 El rey tiene que rehacer en parte la tarea de David y Salomón y todo el pueblo ha de contribuir de buena gana. El Cronista subraya la vinculación de las suertes de templo y dinastía: como la dinastía ha estado en grave peligro, así ha sufrido el templo; como la dinastía se ha restaurado con la colaboración de todos, así ha de suceder con el templo.

24,8-11 Es posible que con estas líneas pretenda el autor animar con el ejemplo a sus paisanos y contemporáneos, dándoles garantías de que sus aportaciones serán usadas responsablemente. El poder civil y el religioso controlan la operación.

24,9 Ex 30,12-16.

24,14 Según 2 Re el dinero no se invertía en fabricar objetos o utensilios, sólo se empleaba en la reparación y mantenimiento del edificio. El Cronista exalta la restauración impulsada por Yehoyadá. Los holocaustos regulares son expresión y garantía de la continuidad. Joás está dictando una lección a los contemporáneos del Cronista.

24,15-16 La vejez del sumo sacerdote es fruto de la bendición divina, como en los casos de Moisés y Josué. La sepultura real es un honor desacostumbrado, recompensa de sus méritos en un momento crítico de la historia de Israel. En cierto sentido ha sido el sumo sacerdote quien ha asegurado la continuidad de la dinastía davídica: el hecho resulta muy significativo en tiempos del Cronista, cuano no existe un rey davídico.

24,17 La muerte de Yehoyadá tiene un efecto semejante a la muerte de Josué, según Jue 2. Se diría que el autor polemiza sobre la capacidad de aconsejar de la  nobleza (conocía la historia de Jeremías), en oposición a los sacerdotes.

El cambio de conducta y de situación es violento y no justificado. ¿No sucedió a Yehoyadá un sacerdote competente?, ¿o careció de todo ascendiente benéfico sobre el rey? Precisamente este sucesor, en un arrebato de inspiración profética, fue la ocasión de la catástrofe, por el endurecimiento del rey.

24,20 Al fallar los profetas surge un sacerdote inspirado (como el levita inspirado que pronunció el oráculo en la batalla de Josafat, 20,14). A este profeta se refiere probablemente Mt 23,35.

24,21-22 Se subrayan los agravantes del crimen: en recinto sagrado y contra la ley de la gratitud. A un delito de idolatría ha seguido un delito de sangre (véase el caso de Jananí bajo el rey Asá, 16,10); la dinastía y el templo siguen vinculados en la historia. La apelación de Azarías tiene valor de programa: es el sacerdocio y la profecía frente a la realeza (Amós era la profecía frente al sacerdocio y la realeza, Am 7,10-17). ¿Para esto ha salvado Joás la vida y ha reconstruido el templo? Se procura acallar la denuncia profética, pero la sangre sacrílegamente derramada prolonga la demanda de justicia del inocente asesinado.

24,23 Y así sobreviene pronto el castigo, más grave que el descrito en 2 Re y adelantando un poco el de Nabucodonosor: invasión, matanza, saqueo. Recordemos que Asá desató a los sirios, los cuales son ahora ejecutores de la sentencia divina; los cortesanos dan sólo el golpe de gracia. Y así la conspiración contra el profeta se vuelve contra el rey. Con énfasis suena "todos los príncipes, todo el botín".

24,24 Se cumple la maldición conminada en Dt 32,30.


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