231Al año séptimo, Yehoyadá se armó de valor y reunió a los centuriones: Azarías, hijo de Yeroján, Ismael, hijo de Juan, Azarías, hijo de Obed, Maseyas, hijo de Adayas, y Elisafat, hijo de Zicrí. 2Se juramentó con ellos y recorrieron Judá congregando a los levitas de todas las ciudades y a los cabezas de familia de Israel. 3Cuando regresaron a Jerusalén, toda la comunidad hizo en el templo un pacto con el rey. Luego les dijo:
-Debe reinar un hijo del rey, como prometió el Señor a la descendencia de David. 4Vais a hacer lo siguiente: el tercio de vosotros, sacerdotes y levitas, que entra de servicio el sábado, hará guardia en las puertas; 5otro tercio ocupará el palacio, y el último tercio a Puerta del Fundamento. El pueblo se situará en los atrios del templo. 6Pero que nadie entre en el templo, a excepción de los sacerdotes y los levitas de servicio. Ellos pueden hacerlo porque están consagrados; pero el pueblo deberá observar las prescripciones del Señor. 7Los levitas rodearán al rey por todas partes, arma en mano. Si alguno quiere entrar en palacio, matadlo. Y estad junto al rey, vaya a donde vaya.
8Los levitas y los judíos hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que quedaban libres, porque el sacerdote Yehoyadá no exceptuó a ninguna de las secciones. 9El sacerdote Yehoyadá entregó a los oficiales las lanzas, escudos y adargas del rey David, que se guardaban en el templo. 10Colocó a todo el pueblo, con armas arrojadizas, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, entre el altar y el templo, para proteger al rey. 11Entonces sacaron al príncipe, le colocaron la diadema y las insignias, lo proclamaron rey, y Yehoyadá y sus hijos lo ungieron, aclamando:
-¡Viva el rey!
12Atalía oyó el clamor de la tropa que corría y aclamaba al rey y se fue hacia la gente, al templo. 13Pero cuando vio al rey en pie sobre su estrado, junto a la entrada, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta, las trompetas tocando y los cantores acompañando los cánticos de alabanza con sus instrumentos, se rasgó las vestiduras y dijo:
-¡Traición, traición!
14El sacerdote Yehoyadá ordenó a los oficiales que mandaban las fuerzas:
-Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis.
(Pues no quería que la matasen en el templo).
15La fueron empujando con las manos, y cuando llegaba a palacio por la Puerta de las Caballerías, allí la mataron.
16Yehoyadá selló un pacto con todo el pueblo y con el rey para que fuera el pueblo del Señor. 17Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares y sus imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar.
18Yehoyadá puso guardias en el templo, a las órdenes de los sacerdotes y levitas que David había distribuido en la casa de Dios para ofrecer holocaustos al Señor -según manda la Ley de Moisés- con alegría y con los cánticos compuestos por David. 19Puso porteros en las puertas del templo para que no entrase absolutamente nada impuro. 26Luego, con los centuriones, los notables, las autoridades y todo el vecindario bajaron del templo al rey, lo llevaron a palacio por la Puerta Superior e instalaron al rey en el trono real. 23Toda la población hizo fiesta y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado a espada.
Explicación.
23,1 Cinco centuriones o capitanes parece un grupo modesto en número e influencia. El Cronista les asigna únicamente la función de hacer una leva por todo el territorio.
23,2 Los cabezas de familia o jefes de clanes tenían también responsabilidad militar; es de suponer que deberían dirigir a la masa del pueblo.
23,3 La promesa del Señor a David es una fuerza histórica que actúa con la colaboración de los hombres, infunde confianza y decisión. El sacerdote, no un profeta, es el intérprete de la promesa.
23,11 También la unción es competencia sacerdotal: 1 Re 1,39 (Salomón); a Saúl y David los ungió el profeta Samuel.
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