Josafat de Judá (870-848) (1 Re 22,1-35.41-51)
171Le sucedió en el trono su hijo Josafat, que logró imponerse al reino de Israel. 2Instaló guarniciones en todas las fortalezas de Judá, y nombró gobernadores en el territorio de Judá y en las ciudades de Efraín, que había conquistado su padre, Asá.
3El Señor estuvo con Josafat porque imitó la antigua conducta de su padre y no servía a los baales, 4sino al Dios de su padre, cumpliendo sus preceptos; no imitó la conducta de Israel. 5El Señor consolidó el reino en sus manos; todo Judá le pagaba tributo, y Josafat llegó a tener gran riqueza y prestigio. 6Su orgullo era caminar por las sendas del Señor, y volvió a suprimir las ermitas de los altozanos y las estelas de Judá.
7El año tercero de su reinado envió a algunos jefes, Benjail, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas, a instruir a los habitantes de las ciudades de Judá. 8Iban con ellos los levitas Semayas, Natanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías y los sacerdotes Elisamá y Jorán. 9Recorrieron como instructores de Judá todas las ciudades de Judá, llevando el libro de la Ley del Señor, e instruyeron al pueblo.
10Todos los reinos vecinos de Judá, presos de un pánico sagrado, se abstuvieron de luchar contra Josafat. 11Los filisteos le pagaban tributo copioso en dinero; también los árabes le traían ganado menor: siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos machos cabríos. 12Josafat se hizo cada vez más poderoso. Construyó fortalezas y ciudades de avituallamiento en Judá. 13Tenía muchos empleados en las ciudades de Judá. 14En Jerusalén disponía de soldados valientes y aguerridos, alistados por familias.
Alto Mando de Judá: Adná, capitán general, con trescientos mil soldados; 15a sus órdenes, el general Juan, con doscientos ochenta 16mil, y Amasías, hijo de Zicrí, que servía al Señor como voluntario, al mando de doscientos mil.
17De Benjamín: el valeroso ELiadá, con doscientos mil hombres, armados de arco y adarga; 18a sus órdenes estaba Yehozabad, con ciento ochenta mil hombres disponibles. 19Todos éstos se hallaban al servicio del rey, sin contar los que éste había destinado a las fortalezas de Judá.
Explicación.
17-20 La tradición presentaba una imagen bastante favorable del rey Josafat: vivió en paz con el reino septentrional y trabajó en la reforma religiosa de su país. El cronista desarrolla ampliamente esta figura en cuatro cuadros complementarios y opuestos, que se van alternando: reforma religiosa y militar (17) una batalla (18), reforma judicial (19), otra batalla (20).
Destacan en su gobierno la reforma religiosa, las medidas militares, la reorganización judicial.
Para realizar la reforma religiosa no se contenta con cortar abusos, sino que emprende una campaña de instrucción catequética entre el pueblo. La institución de predicadores y catequistas ambulantes era una medida de renovación religiosa y de unificación política. Si la comparamos con el censo ordenado por David, apreciamos que sus resultados fueron más convincentes. Incluso en el aspecto económico, pues según el autor, la puntualidad en el pago de los tributos fue un premio a la fidelidad religiosa del rey.
Las medidas militares continuaron o renovaron las emprendidas por su padre, Asá. Además de disponer o mantener guarniciones permanentes, llevaba un registro de familias para casos bélicos. Como estas disposiciones no amenguaban su confianza en el Señor, el autor no las reprueba.
La organización de la magistratura hace honor a su nombre (= el Señor juzga). Tradicionalmente, los concejales (o "ancianos") administraban justicia en cada localidad y acudían en apelación o en casos difíciles al tribunal central. La nueva magistratura estaba más unificada y probablemente más instruida. Pero el alma de tal reforma era el fiel cumplimiento de las disposiciones del Deuteronomio y los avisos de los profetas sobre los jueces (Dt 1,16-17; Is 1; Jr 22,15-17, etc).
En cuanto a las expediciones militares, el Cronista se encontró en su fuente una sugestiva narración que ni quiso suprimir ni podía aprobar enteramente. Entonces creó un cuadro paralelo, forzando el contraste y haciendo entender sin ambigüedad su valoración. El primer cuadro está tomado de 1 Re 22, el segundo es de su cosecha. La primera batalla es ofensiva; la segunda, defensiva. La primera se libra por compromiso familiar y por instigación del rey de Israel; la segunda, por iniciativa del rey de Judá. La primera se decide en un banquete regio, la segunda se prepara con ayuno y oración. En la primera actúa un espíritu mentiroso, en la segunda habla un levita inspirado. Así sucede que la primera termina con una derrota, en la que muere un rey y el otro apenas se salva, mientras que la segunda concluye con una espléndida victoria y riquísimo botín.
Lo malo (para nosotros) es que la primera es básicamente histórica, mientras que la segunda es ficción. Para la intención didáctica del autor parece que bastaba una ficción parabólica. En tiempos de dominio persa, cuando las medidas militares o eran imposibles o podían resultar sospechosas, el Cronista parece instruir a sus paisanos: vosotros confiad en el Señor, sedle fieles, no os enzarzéis en guerras por motivos fútiles o por compromisos; dejad que otros pueblos se enreden y destrocen mutuamente; a nosotros nos toca contemplar cómo el Señor actúa en los sucesos y recibir el premio de nuestra lealtad sin reservas. Nuestra fuerza no está en las armas, sino en la protección de Dios; si entramos en la vía militar, nos arriesgamos, seremos arrollados, apenas nos salvaremos; si somos fieles a nuestra vocación religiosa, quedaremos fuera de la lucha, como espectadores y beneficiados.
17,1 Por 1 Re sabemos que entonces reinaba en Israel Ajab, esposo de la fenicia Jezabel; los reinados de Ajab y Josafat son contemporáneos con ligero margen de diferencia. El Cronista prescinde del reino del norte y con ello elimina todo el ciclo del profeta Elías, tan significativo en la historia del pueblo escogido. Los lectores de la presente historia conocían muy bien la historia de Elías.
17,4 Precisamente en el reino septentrional realizaba entonces la reina una intensa propaganda a favor del Baal fenicio; el rey se manchaba con el asesinato de Nabot, el profeta era perseguido a muerte. Josafat se abstiene de la idolatría y de la injusticia.
17,7-8 La colaboración de seglares con levitas y sacerdotes podía dar eficacia a la tarea. Se presentaban concentrando toda la autoridad central, civil y religiosa. Si leemos el primer nombre como sustantivo, indicaría atribuciones militares.
17,9 El "libro de la Ley" incluía, en la mentalidad del Cronista, el decálogo, el Código de la Alianza y probablemente el Deuteronomio quizá entrase también la legislación sacerdotal del Levítico. En cualquier caso, ese libro engloba todas las leyes del reino, porque sólo Dios tiene poder legislativo. De ahí el valor político de la catequesis ambulante. Por otra parte, la instrucción del pueblo significaba una promoción que sustituía ventajosamente las medidas represivas.
17,10 Véanse Jos 5,1; Éx 15,16; 1 Sm 11,7; Dt 2,25. Es decir, a la fidelidad del rey responde el Señor dándole como una muralla invisible de protección y cumpliendo así sus promesas.
17,11 Los filisteos representaban el Occidente, los árabes el Oriente; unos la cultura comercial, otros la cultura pastoril seminómada. De los otros reinos se ocupará más adelante.
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