201Algún tiempo después los moabitas, los amonitas y algunos meunitas vinieron contra Josafat en son de guerra. 2Informaron a éste:
-Una gran multitud procedente de Edom, al otro lado del Mar Muerto, se dirige contra ti; y ase encuentran en Jasasón Tamar* (la actual Engadí*).
3Josafat, asustado, decidió recurrir al Señor, proclamando un ayuno en todo Judá. 4Judíos de todas las ciudades se reunieron para pedir consejo al Señor. Josafat se colocó en medio de la asamblea 6de Judá y Jerusalén, en el templo, delante del atrio nuevo, y exclamó:
-Señor, Dios de nuestros padres. ¿No eres tú el Dios del cielo, el que gobierna los reinos de la tierra, lleno de fuerza y de poder, al que nadie puede resistir? 7¿No fuiste tú, Dios nuestro, quien expulsaste a los moradores de esta tierra delante de tu pueblo, Israel, y la entregaste para siempre a la estirpe de tu amigo Abrahán? 8La habitaron y construyeron en ella un santuario en tu honor, pensando: 9<<Cuando nos ocurra una calamidad -espada, inundación, peste o hambre -nos presentaremos ante ti en este templo - porque en él estás presente-, te invocaremos en nuestro peligro y tú nos escucharás y salvarás>>. 10Cuando Israel venía de Egipto no le permitiste atravesar el territorio de los amonitas, el de los moabitas y la montaña de Seír; en vez de destruirlos se alejó de ellos. 11Y ahora nos lo pagan disponiéndose a expulsarnos de la propiedad que tú nos concediste. 12Tú los has de juzgar, Dios nuestro, que nosotros nada podemos contra esa horda que se nos viene encima. No sabemos qué hacer si no es clavar los ojos en ti.
13Todos los judíos con sus mujeres e hijos, incluso los chiquillos, permanecían de pie ante el Señor. 14En medio de la asamblea, un descendiente de Asaf, el levita Yajziel, hijo de Zacarías, hijo de Benayas, hijo de Yeguiel, hijo de Matanías, tuvo una inspiración del Señor 15y dijo:
-Judíos, habitantes de Jerusalén, y tú, rey de Josafat, prestad atención. Así dice el Señor: No os asustéis ni acobardéis ante esa inmensa multitud, porque la batalla no es cosa vuestra, sino de Dios. 16Mañana bajaréis contra ellos cuando vayan subiendo la Cuesta de Hassís*; les saldréis al encuentro al final del barranco que hay frente al desierto de Yeruel. 17No tendréis necesidad de combatir; estad quietos y firmes contemplando cómo os salva el Señor. Judá y Jerusalén, no os asustéis ni acobardéis. Salid mañana a su encuentro, que el Señor estará con vosotros.
18Josafat se postró rostro en tierra y todos los judíos y los habitantes de Jerusalén cayeron ante el Señor para adorarlo. 19Los levitas corajitas descendientes de Quehat se alzaron para alabar a grandes voces al Señor, Dios de Israel.
20De madrugada se pusieron en marcha hacia el desierto de Tecua. Cuando salían, Josafat se detuvo y dijo:
-Judíos y habitantes de Jerusalén, escuchadme: confiad en el Señor, vuestro Dios, y subsistiréis; confiad en sus profetas, y venceréis.
21De acuerdo con el pueblo, dispuso que un grupo revestido de ornamentos sagrados marchase en vanguardia cantando y alabando al Señor con estas palabras: <<Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia>>.
22Apenas comenzaron los cantos de júbilo y de alabanza, el Señor sembró discordias entre los amonitas, los moabitas y los serranos de Seír que venían contra Judá, y se mataron unos a otros. 23Los amonitas y moabitas decidieron destruir y aniquilar a los de Seír, y cuando terminaron con ellos, se ayudaron mutuamente en la matanza. 24Llegó Judá al otero que domina el desierto, dirigió su mirada a la multitud y no vieron más que cadáveres tendidos por el suelo; nadie se había salvado. 25Josafat y su ejército fueron a saquear el botín. Encontraron muchos ganado, provisiones, vestidos y objetos de valor. Recogieron hasta no poder con más. El botín fue tan copioso que tardaron tres días en recogerlo. 26Al cuarto día se reunieron en Emec Beraká* -lugar al que dieron este nombre, con el que se conoce hasta hoy, porque allí bendijeron al Señor- 27y todos los judíos y jerosolimitanos, con Josafat al frente, emprendieron la vuelta a Jerusalén, festejando la victoria que el Señor les había concedido sobre sus enemigos. 28Una vez en Jerusalén, desfilaron hasta el templo al son de arpas, cítaras y trompetas.
29Los reinos circundantes fueron presa de un pánico sagrado al saber que el Señor luchaba contra los enemigos de Israel. 30El reino de Josafat gozó de calma y su Dios le concedió paz con sus vecinos.
31Josafat reinó en Judá. Tenía treinta y cinco años cuando subió al trono y reino en Jerusalén, veinticinco años. Su madre se llamaba Azubá y era hijade Sijlí. 32Imitó la conducta de su padre, Asá, sin desviarse de ella, haciendo lo que el Señor aprueba. 33Pero no desaparecieron las ermitas de los altozanos y el pueblo no se mantuvo fiel al Dios de sus padres.
34Para más datos sobre Josafat, desde el principio hasta el fin de su reinado, véase la Historia de Jehú, hijo de Jananí, inserta en el libro de los reyes de Israel. 35Josafat de Judá se alió con Ocozías de Israel, aunque éste era un malvado. 36Lo hizo para construir una flota con destino a Tarsis; construyeron las naves en Esión Gueber*. 37Pero el maresita Eliezaer, hijo de Dodavahu, profetizó contra Josafat, diciendo:
-Por haberte aliado con Ocozías, el Señor destruirá tu obra.
Efectivamente, las naves zozobraron y no pudieron ir a Tarsis.
Explicación.
20 La segunda batalla parece un acto litúrgico, algo así como el famoso desfile en torno a Jericó. La víspera, el rey proclama un ayuno con asamblea litúrgica, en la cual pronuncia una oración, a la que responde el oráculo divino coreado por aclamaciones de los cantores. A la mañana siguiente el rey pronuncia una arenga religiosa y organiza sus tropas a modo de procesión: durante los cantos Dios desbarata al enemigo; los judíos suben a contemplar la derrota. Sigue el saqueo, la acción de gracias a Dios y la procesión solemne a Jerusalén. Es un caso ejemplar de guerra santa sin lucha, que servirá de modelo al autor del segundo libro de los Macabeos.
20,1 De lo que sigue deducimos que los meunitas (o meinitas) habitaban en las montañas de Seír, como miembros de Edom. Tenemos, pues, a los tres enemigos tradicionales de los israelitas, al este y sur de Judá. Su itinerario costea la orilla occidental del Mar Muerto, para penetrar por el desierto de Judá: zona poco apta para grandes maniobras.
20,2 * = Pedregal de Palma; Fuentelchivo.
20,3-5 Otra vez encontramos al rey desempeñando funciones religiosas (como David o Salomón): convoca la asamblea y la preside intercediendo.
20,6-12 La oración del rey contiene muchos elementos clásicos del género, con una resonancia particular. Josafat ha puesto todo su empeño en promover la recta administración de la justicia entre los hombres, haciendo honor a su nombre (Yhwh juzga); ahora apela al Señor para que juzgue él personalmente haciendo justicia contra los agresores, cumpliendo así lo que el nombre real proclama o invoca. Esta batalla, como tantas otras, será un juicio de Dios.
Las motivaciones son tradicionales: la autoridad y competencia universales del Señor (6), la entrega de la tierra confiriendo derecho perpetuo de posesión (7), la construcción del templo y sus funciones, según Salomón (8-9, cfr. cap. 6); después se expone el caso, probando con la historia la culpa ajena y la inocencia propia (10-11); concluye la apelación a modo de súplica. Los títulos divinos "Dios de nuestros padres, Dios nuestro" enuncian la continuidad histórica del pueblo e implican la fidelidad del Señor (cfr. Dn 4,17.25.32).
20,9 Si en vez de "inundación" leemos "justiciera", tendríamos otra alusión al nombre del rey; en la lectura corriente, que respeta el número tradicional de cuatro plagas, sólo se oye una asonancia. El templo funciona como lugar de apelación. 1 Re 8.
20,10 Nm 20-21.
20,13 Jos 8,35.
20,14-17 Un levita inspirado, de una familia de cantores, pronuncia el oráculo de salvación, con fórmulas tradicionales: la clave es que el Señor está con ellos (como el Emanuel de Isaías). Mientras en la administración de la justicia el hombre actúa para cumplir la voluntad de Dios, en la batalla el hombre cumple esa voluntad no actuando, contemplando con respeto y confianza.
20,15 El doble imperativo es clásico: Dt 1,21; 31,8; Jos 8,1; 10,25.
20,16 * = Las Flores.
20,17 Véase Ex 14,13; Is 30,15.
20,20 La mañana es tradicionalmente tiempo de gracia (Sal 57: 90,14; 130). El rey usa en su breve arenga la fórmula acuñada por Isaías (Is 7,9) para pedir doble confianza, en Dios y en el profeta (como Ex 14,31): lo primero como condición para tener éxito. Lo primero significa fiarse de una persona, lo segundo fiarse de una instrucción específica.
20,22-23 En contexto histórico, véase Jue 7,22, en contexto escatológico, Ez 38,21. Los verbos usados son tradicionales de la guerra santa y de la aniquilación total: los agresores se convierten en verdugos, ejecutores recíprocos de una sentencia divina. El texto hebreo habla de "acechadores": si se conserva la lectura, se trataría de emisarios divinos, y sería un término inusitado.
20,24 Lo mismo que el final del paso del Mar Rojo, Ex 14,30.
20,26 * El nombre podía significar Valle Bendito, es decir, Vega Fértil.
20,29 Otra vez como Jos 5,1. Dios lucha por ellos: Ex 14,14.25; Dt 1,30; 3,22; Jos 10,14.42; Is 63,10.
20,35-37 El episodio de la flota deshecha, neutral en 1 Re 22,48-50, se convierte aquí en castigo de Dios por la alianza ilegítima. Ocozías reinó dos años como sucesor de Ajab. El libro de los reyes (2 Re 3) nos cuenta otra alianza de Josafat, con Jorán de Israel y el rey de Edom, en la que consiguieron una victoria milagrosa sobre Moab por intervención del profeta Eliseo: es una narración mucho más interesante de la que acabamos de leer en el presente libro; el Cronista no la podía incorporar a su obra.
20,36 * = Floresta del Gallo.
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