miércoles, 25 de marzo de 2020

2 CRÓNICAS. CAPÍTULO XXXIV

 Josías de Judá (641-609) (2 Re 22,1-20; 3,1-5.22.29-30)

341Cuando Josías subió al trono tenía ocho años y reino en Jerusalén treinta y un años. 2Hizo lo que el Señor aprueba. Imitó la conducta de su antepasado David, sin desviarse a derecha ni izquierda. 3El año octavo de su reinado, cuanto todavía era un muchacho, comenzó a servir al Dios de su antepasado David, y el año doce empezó a purificar Judá y a Jerusalén de sus ermitas, estelas, estatuas e ídolos. 4Destruyeron en su presencia los altares de los baales y derribó los cipos que había sobre ellos; las estelas, las estatuas y los ídolos los trituró hasta reducirlos a polvo, y los esparció sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios. 5Quemó sobre sus altares los huesos de los sacerdotes. Así purificó a Judá y Jerusalén. 6En las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta de Neftalí, en todos sus lugares, 7destruyó los altares, trituró hasta hacer polvo las estelas y las estatuas y derribó los cipos en todos los territorios de Israel. Luego volvió a Jerusalén.

8El año dieciocho de su reinado, cuando terminó de purificar el país y el templo, mandó a Safán, hijo de Asalías, al alcalde Maseyas y al canciller Yoaj, hijo de Joacaz, a reparar el templo del Señor, su Dios. 9Se presentaron al sumo sacerdote, Jelcías, para recoger el dinero ingresado en el templo por las colectas de los porteros levitas en Manasés, Efraín, el resto de Israel, y en Judá, Benjamín y la población de Jerusalén. 10Lo entregaron a los encargados de las obras del templo, y los maestros de obras que trabajaban en el templo lo dedicaron a reparar y restaurar el edificio, 11entregándolo a los carpinteros y albañiles para comprar sillares para los muros y madera para las vigas de los edificios que los reyes de Judá habían dejado arruinarse. 12Aquellos hombres realizaron su trabajo con toda honradez. Estaban designados para dirigir las obras los levitas Yájat y Abdías, descendientes de Merarí, y Zacarías y Mesulán, descendientes de Quehat. Los levitas, como sabían tocar diversos instrumentos, acompañaban a los acarreadores 13y dirigían a todos los obreros, cualquiera que fuese su tarea. Otros levitas eran secretarios, inspectores y porteros.

14Cuando estaban sacando el dinero ingresado en el templo, el sacerdote Jelcías encontró el libro de la Ley del Señor escrito por Moisés. 15Entonces Jelcías dijo al cronista Safán:

-He encontrado en el templo el libro de la Ley.

Y se lo entregó a Safán.

16Este se lo llevó al rey cuando fue a darle cuenta de su tarea.

17-Tus siervos ya han hecho todo lo que les encargaste. Recogieron el dinero que había en el templo y se lo entregaron a los encargados y los obreros.

18Y le comunicó la noticia:

-El sacerdote Jelcías me ha dado un libro.

19Safán lo leyó ante el rey, y cuando éste oyó el contenido de la 20Ley se rasgó los vestidos y ordenó a Jelcías, a Ajicán, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miqueas, al cronista Safán y al funcionario real Asayas:

21-Id a consultar al Señor por mí, por el resto de Israel y por Judá a propósito del libro encontrado; una cólera violenta desfoga el Señor contra nosotros porque nuestros padres no obedecieron la palabra del Señor, cumpliendo lo prescrito en este libro.

22Jelcías y los designados por el rey fueron a ver a la profetisa Julda, esposa del guardarropa Salún, hijo de Ticuá, de Jasrá, que vivía en Jerusalén, en el barrio nuevo. 23Le expusieron el caso y ella les respondió:

-Así dice el Señor, Dios de Israel: Decidle al que os ha enviado: 24<<Así dice el Señor: Yo voy a traer la desgracia sobre este lugar y sus habitantes, todas las maldiciones escritas en el libro que han leído ante el rey de Judá. 25Por haberme abandonado y haber quemado incienso a otros dioses, irritándome con sus ídolos, está ardiendo mi cólera contra este lugar y no se apagará. 26Y el rey de Judá, que os ha enviado a consultar al Señor, decidle: Así dice el Señor, Dios de Israel: 27Por haber escuchado estas palabras con dolor de corazón, humillándote ante Dios al oír sus amenazas contra este lugar y sus habitantes, porque te has humillado ante mí, te has rasgado los vestidos y llorado en mi presencia, también yo te escucho -oráculo del Señor-. 28Cuando yo te reúna con tus padres te enterrarán en paz, sin que lleguen a ver tus ojos la desgracia que voy a traer a este lugar y a sus habitantes>>.

29Ellos llevaron la respuesta al rey, y éste dio órdenes para que se presentasen los ancianos de Judá y de Jerusalén. 30Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, os levitas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo. 31Después, en pie sobre su estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos con todo su corazón y con toda su alma, poniendo en práctica las cláusulas de la alianza escritas en este libro. 32Hizo suscribir la alianza a todos los que se encontraban en Jerusalén. La población de Jerusalén actuó según la alianza del Dios de sus padres.

33Josías suprimió las abominaciones de todos los territorios israelitas e hizo que todos los residentes en Israel diesen culto al Señor, su Dios. Durante su vida no se apartaron del Señor, Dios de sus padres.

Explicación.

34-35 Josías fue, según 2 Re 22-23, exactamente lo contrario de su abuelo, Manasés: monarca piadoso y gran reformador. Sin embargo, murió trágicamente en una batalla inútil. La suerte del rey querido fue un escándalo o un misterio para los judíos. El Cronista lo arregla introduciendo un pecado del rey, interpretando con desobediencia a Dios un acto de imprudencia política. También cambia el orden de los sucesos.

Según 2 Re, el orden es: a los ocho años asciende al trono, es fiel a Dios; dieciocho años después ( a los veintiséis de edad) encuentra el libro de la Ley, renueva la alianza, emprende la gran reforma, celebra la Pascua; a los treinta y nueva años de edad muere.

Según el Cronista: a los ocho años sube al trono, ocho años después (a los dieciséis de edad) se entrega al Señor, cuatro después (a los veinte de edad) emprende la reforma de Judá, seis más tarde (veintiséis) se encuentra el libro de la Ley, renueva la alianza, prosigue la reforma en Israel, celebra la Pascua, a los treinta y nueve años de edad muere.

Además de este cambio, resume mucho las medidas concretas de la reforma y narra con toda amplitud la celebración de la Pascua.

34,3 La frase suena como si se tratase de una conversión personal. Según las fechas, Josías conoció en su niñez a su abuelo Manasés y creció en la temprana juventud de su padre (nació cuando Amón tenía dieciséis años); pudo haber recibido una educación perversa.

Nada de esto dice la fuente. Es posible que los que mataron a los conspiradores fueran partidarios de una reforma religiosa y que influyeran en el rey niño. Ni 2 Re ni 2 Cr nos iluminan al respecto.

34,3-4 Véase Dt 7,5. Pero según nuestro autor, Josías todavía no ha encontrado el libro de la Ley.

34,6-7 Tal actividad desarrollada libremente en el territorio septentrional encajaría mejor después de la muerte de Asurbanipal, cuando el poder asirio había entrado en decadencia.

34,12-13 El empleo de la música instrumental para dirigir el ritmo del trabajo era bien conocido en el mundo antiguo. Tratándose de tareas del templo, es lógico que el Cronista encomiende esta prestación a sus queridos levitas.

34,33 El verso es un juicio de conjunto; el término Israel parece estar usado en su sentido primitivo para designar a todo el pueblo escogido. De Manasés había dicho (33,16) "ordenó que los judíos diesen culto al Señor". Es decir, Josías extiende la labor comenzada por su abuelo ya convertido.

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