miércoles, 25 de marzo de 2020

2 CRÓNICAS. CAPÍTULO VII

71Cuando Salomón terminó su oración, bajo fuego del cielo, que devoró el  holocausto y los sacrificios. La gloria del Señor llenó el templo, 2y los sacerdotes no podían entrar en él porque la gloria del Señor llenaba el templo. 3Los israelitas, al ver que el fuego y la gloria del Señor bajaban al templo, se postraron rostro en tierra y dieron gracias al Señor <<porque es bueno, porque es eterna su misericordia>>.
4El Rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios al Señor, 5el rey Salomón inmoló veintidós mil toros y ciento veinte mil ovejas. Así dedicaron el templo de Dios el rey y todo el pueblo. 6Los sacerdotes oficiaban de pie, mientras los levitas cantaban al Señor con los instrumentos que había hecho el rey David para alabar y dar gracias al Señor, <<porque es eterna su misericordia>>; los sacerdotes se hallaban frente a ellos y todos los israelitas se mantenían de pie.
7Salomón consagró el atrio interior que hay delante del templo, ofreciendo allí los holocaustos y la grasa de los sacrificios de comunión, pues en el altar de bronce que hizo Salomón no cabían los holocaustos, la ofrenda y la grasa. 8En aquella ocasión Salomón celebró durante siete días la fiesta; acudió todo Israel, un gentío inmenso, desde el paso de Jamat hasta el río de Egipto. Después de festejar la dedicación del altar durante siete días, 9al octavo celebraron una asamblea solemne y luego otros siete días de fiesta. 10El día veintitrés del mes séptimo Salomón despidió a la gente; marcharon a sus casas alegres y contentos por todos los beneficios que el Señor había hecho a David, a Salomón y a su pueblo, Israel.

Aparición y oráculo (1 Re 9,1-9)

11Salomón terminó el templo del Señor y el palacio real; todo cuanto había deseado hacer para el templo y el palacio le salió perfectamente. 12Se le apareció el Señor de noche y le dijo:
-He escuchado tu oración y elijo este lugar como templo para los sacrificios. 13Cuando yo cierre el cielo y no haya lluvia, cuando ordene a la langosta que devore la tierra, cuando envíe la peste contra mi pueblo, 14si mi pueblo, que lleva mi Nombre, se humilla, ora, me busca y abandona su mala conducta, yo le escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. 15Mantendré los ojos abiertos y los oídos atentos a las súplicas que se haban en este lugar. 16Elijo y consagro este templo para que esté en él mi Nombre eternamente. Mi corazón y mis ojos estarán siempre en él. 17Y en cuanto a ti, si procedes de acuerdo conmigo como tu padre, David, haciendo exactamente lo que y o te mando y cumpliendo mis mandatos y decretos, 18conservaré tu trono real como pacté con tu padre, David: <<No te faltará un descendiente que gobierne a Israel>>. 19Pero si apostatáis y descuidáis los mandatos y preceptos que os he dado y os vais a dar culto a otros dioses y los adoráis, 20os arrancaré de mi tierra que os di, rechazaré el templo que he consagrado a mi Nombre y lo convertiré en el refrán y la burla de todas las naciones. 21Y todos los que pasen junto a este templo que fue tan magnífico se asombrarán, comentando: <<¿Por qué ha tratado el Señor de tal manera a este país y a este pueblo?>>. 22Y les dirán: <<Porque abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses, los adoraron y les dieron culto; por eso les ha echado encima esta catástrofe>>.

Explicación.

7,1 El autor suprime aquí la bendición que Salomón echó al pueblo; quizá porque bendecir era tarea levítica. En su puesto coloca un rayo del cielo, semejante al del capítulo sobre el censo (1 Cr 21,26).

La gloria del Señor no se describe, porque no tiene forma. Quizá se la imagine el autor como un resplandor irresistible, en la línea de Éx 16,10 y de las visiones de Ezequiel. El fenómeno tiene que ser visible para todo el pueblo reunido en el atrio, a quien no está permitido entrar en el edificio. Es una teofanía a la que responde la adoración; significa que el Señor ha bajado a tomar posesión de su morada.

7,3 Pavimento: el griego traduce lithostrotos (cfr. Jn 19,13).

7,9 La fiesta de la Dedicación empalma con la alegre fiesta de las Chozas (recuerdo del camino por el desierto).

7,13-16 Añade un oráculo divino, respuesta a la oración de Salomón de la que recoge tres casos. El oráculo resume la doble función del templo: sacrificios y oración. Las dos cosas incluyen el arrepentimiento interior y la enmienda efectiva. De este modo, la presencia del Señor en el templo es a la vez promesa y exigencia constante. La tierra se contagia y enferma con el pecado del hombre (cfr. Gn 3,17).

7,17-22 Cuando escribía el Cronista había un templo en Jerusalén, no había un rey de estirpe davídica. Las palabras sobre el templo recuerdan el destierro, merecido por la deslealtad del pueblo. En la promesa al rey falta precisamente el adverbio "perpetuamente" (que se lee en 1 Re 9,5). ¿Qué insinúa el autor con tal silencio: que el templo puede suceder a la monarquía y cumplir sus funciones? En este libro el templo no es función de la monarquía, sino lo contrario. También puede sorprender que no haya la más remota insinuación de una esperanza mesiánica.

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