Abías de Judá (914-911) (1 Re 15,1-2.7-8)
131Abías subió al trono de Judá el año dieciocho del reinado de Jeroboán. 2Reinó tres años en Jerusalén. Su madre se llamaba Maacá y era hija de Uriel, el de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboán. 3Abías emprendió la guerra con un ejército de cuatrocientos mil soldados aguerridos. Jeroboán le hizo frente con ochocientos mil soldados aguerridos. 4Abías se situó en la cumbre del monte Semaraín, en la sierra de Efraín, y gritó:
5-Jeroboán, israelitas, escuchadme: ¿Acaso no sabéis que el Señor, Dios de Israel, con pacto de sal concedió a David y a sus descendientes el trono de Israel para siempre? 6Sin embargo, Jeroboán, hijo de Nabat, empleado de Salomón, hijo de David, se rebeló contra su señor, 7rodeándose de gente desocupada y sin escrúpulos que se impusieron a Roboán, hijo de Salomón, aprovechándose de que no podía dominarlos por ser joven y débil de carácter. 8Ahora os proponéis hacer frente al reino del Señor, administrado por los descendientes de David. Vosotros sois muy numerosos, tenéis con vosotros los ídolos que os hizo Jeroboán, los becerros de oro; 9habéis expulsado a los aaronitas, sacerdotes del Señor, y a los levitas; os habéis hecho sacerdotes como los pueblos paganos: a cualquiera que traiga un novillo y siete carneros lo ordenáis sacerdote de los falsos dioses. 10En cuanto a nosotros, el Señor es nuestro Dios y no le hemos abandonado; los sacerdotes que sirven al Señor son los aaronitas y los encargados del culto los levitas; 11ofrecen al Señor holocaustos matutinos y vespertinos y perfumes fragantes, presentan los panes sobre la mesa pura y encienden todas las tardes el candelabro de oro y sus lámparas. Porque nosotros observamos las prescripciones del Señor, nuestro Dios, al que vosotros habéis abandonado. 12Sabed que Dios está con nosotros en vanguardia. Sus sacerdotes darán con las trompetas el toque de guerra contra vosotros. Israelitas, no luchéis contra el Señor, Dios de vuestros padres, porque no podréis vencer.
13Mientras tanto, Jeroboán destacó una patrulla para sorprenderlos por la espalda. El grueso del ejército quedó frente a los de Judá y el destacamento a su espalda. 14Los judíos, al volverse, observaron que los atacaban de frente y por la espalda. 15Entonces clamaron al Señor, los sacerdotes tocaron las trompetas, la tropa lanzó el grito de guerra y en aquel momento Dios derrotó a Jeroboán y a los israelitas ante Abías y Judá. 16Los israelitas huyeron ante los judíos y el Señor los entregó en sus manos. 17Abías y su tropa les infligieron una gran derrota, cayendo muertos quinientos mil soldados de Israel. 18En aquella ocasión los israelitas quedaron humillados, mientras los de Judá se hicieron fuertes por haberse apoyado en el Señor, Dios de sus padres.
19Abías persiguió a Jeroboán y le arrebató algunas ciudades: Betel y su distrito, Yesaná y su distrito, Efrón y su distrito. 20Jeroboán no consiguió recuperarse en tiempos de Abías; el Señor lo hirió y murió. 21Abías, por el contrario, se hizo cada vez más fuerte. Tuvo catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas.
22Las restantes gestas de Abías, su conducta y sus empresas, se hallan escritas en el Comentario del profeta Idó. 23Cuando murió lo enterraron en la Ciudad de David y le sucedió en el trono su hijo Asá, en cuyo tiempo el país gozó de paz durante diez años.
Explicación.
13 La figura del rey Abías queda profundamente trasnformada al pasar del libro de los Reyes al de las Crónicas. No que gane en humanidad y relieve personal, sino que ensancha el espacio ocupado, a servicio del autor.
Este no puede negar la brevedad del reinado, que, según las tesis, sería consecuencia de algún pecado; así lo presenta el modelo. El autor recoge un dato: las guerras con Jeroboán, y a partir de él construye una batalla ejemplar: comparado con Jeroboán, el rey de Judá resulta inocente, el reino auténtico no debe ser derrotado por el cismático.
La batalla se reduce a un discurso real por parte de los vencedores y un ataque desastroso por parte de los vencidos.
13,3-4 Ochocientos mil es la cifra del censo de Joab, mientras que cuatrocientos mil es una cifra algo rebajada, para que la proporción sea del doble y la victoria resulte más sonada. La suma de los dos números da un múltiplo de doce, número de las tribus.
Abías se encarama sobre el pedestal de una montaña (como otro Yotán, Jue 9), para que lo oígan los dos ejércitos contendientes (el autor se encarama a las páginas del libro, usando a Abías como altavoz, para gritar su verdad). El discurso es ideológico, y como tal simplificado, porque es ideológica y esquemática la visión del autor sobre la situación de su época.
13,5-12 El discurso simplifica y extrema los datos del problema sin concesiones. Los del norte no son reino del Señor, no tienen dinastía legítima, sino un rey rebelde y usurpador; no tienen un Dios verdadero, sino ídolos que no son dioses, no tienen sacerdotes ni culto válido. Toda la culpa del cisma la tiene Jeroboán, sin que les toque nada a Salomón y Roboán; los que siguieron al rebelde eran gente malvada, no hombres que buscaban una reivindicación. La cosa llega a tanto, que luchar contra Judá es luchar contra el Señor; el reino de Jeroboán se porta exactamente como un reino pagano. (Así se define la relación samaritanos-judíos cuando el autor escribe).
La identidad y la continuidad del pueblo elegido están garantizadas por unas prácticas tradicionales de culto. Sacrificios, panes ofrecidos, candelabros iluminando, todo bajo un personal legítimo, prueban que este pueblo no ha abandonado a su Dios.
13,5 En la perspectiva histórica, Abías representa la cuarta generación (contando a David) y es prenda de continuidad, mientras que Jeroboán es un iniciador. En la perspectiva del autor hemos de recordar que en aquel tiempo no reinaba un rey de dinastía davídica; la línea se había interrumpido.
13,6 Es decir, Jeroboán es un personaje sin abolengo y sin clase, un "esclavo", hijo de un cualquiera.
13,7 Lo mismo que el arrogante Abimelec o el bastardo Jefté (Jue 9,4; 11,3).
13,8 "Reino del Señor" se puede interpretar exactamente como "teocracia", que para el Cronista ya ha comenzado en la historia.
13,12 El toque de trompetas y el alarido de guerra fueron las armas de Josué en torno a los muros de Jericó.
13,15-16 El clamor es el grito tradicional del oprimido o del hombre en peligro. Como los hombres no hacen más que gritar y tocar, queda claro que la victoria es pura acción de Dios. Los cuatrocientos mil guerreros han asistido para ser testigos de ello.
13,18 En este verso y en el 23 utiliza el autor la parte final del esquema de Jueces, es decir, victoria y una etapa de paz.
13,19 La conquista de Betel, el centro del culto cismático, contradice a todo lo que sabemos o podemos deducir de las fuentes. Habría sido un golpe incalculable, y esperaríamos una purificación despiadada del santuario. No iba a dejar Abías en pie la fuente del pecado y seducción del reino septentrional. Más bien parece una fórmula esquemática: conquista de la ciudad hostil, muerte del rey enemigo.
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